En estos tiempos, en los que el país se ha convertido en un receptor de migración extranjera, sobre todo de la migración venezolana, parece que la sociedad peruana se ha tornado más crítica con respecto a la posición del gobierno sobre la migración externa. Ante ello, ha surgido una perspectiva de mera xenofobia o chauvinismo, que representa –a mi parecer– una perspectiva que simplifica mucho tal problemática.

Las molestias se muestran, principalmente, en las clases medio bajas y bajas de muchas regiones del país. Ahora, ha aparecido una amplitud en la oferta de mano de obra para los trabajos que requieren de menos calificación, espacios de informalidad y precariedad en los que se desenvuelve gran parte de peruanos y peruanas.

Buena parte de la migración, no solo la venezolana, sino la del interior del país también, viene a la capital a trabajar en el sector mayoritario de la economía peruana, que es la pequeña empresa. Esta representa al 75% del total de empresas en el Perú (Eyzaguirre, 2019). El sector terciario, la economía de los servicios, y su participación en el PIB del Perú (56%) es un claro reflejo de la débil estructura productiva que tiene el país.

Esto, sin duda, tiene sus repercusiones cuando, aproximadamente, 700 mil migrantes entran a formar parte de la oferta de mano de obra. Se precarizan las condiciones laborales. El migrante o la migrante del interior del país sienten que hay una competencia aún en sectores de la economía que ya eran informales o que se caracterizaban por ser precarios con salarios bajos (menos del mínimo) y con reducidos derechos laborales. Cuando se habla del impacto que tiene en la economía o desde la visión hegemónica neoliberal. Nos obstante, existe una débil empatía o una limitada visión desde la óptica de los sectores más pobres de la población peruana.

El gobierno de Vizcarra va diseñando políticas económicas y laborales que van profundizando el modelo neoliberal, apostando por el continuismo primario exportador en la economía, sector que no ocupa ni siquiera al 5% en cuanto a la población total económicamente activa. Así como también, ha tomado una agenda, en política exterior que respalda las sanciones unilaterales a la República Bolivariana de Venezuela, mientras su política migratoria representa una opción frente a la crisis que sufre la población venezolana.

Estas medidas, pensadas en conjunto, no son, pues, aisladas, sino que se busca incrementar la competitividad (en su connotación más neoliberal) para que se agudicen estos procesos con la población trabajadora, aprovechándose de una situación de vulnerabilidad. Es decir, respalda el recrudecimiento de las agresiones económicas que impiden el acceso a alimentos, medicina e insumos para la producción al país llanero a través de su legítimo derecho a las relaciones comerciales internacionales; y, a la población que migra debido –en parte– a esas carencias, no les permite acceder a condiciones sociales y laborales que merecen porque, en el país, aquello es visto como trabas a la productividad y competitividad. A la vez, esta es una medida que permite tener fraccionada a la clase trabajadora, ya que algunos sectores manifiestan xenofobia a partir de esta situación que los pone a competir para evitar un trabajo más precarizado que otro, porque la contradicción principal sigue siendo la de clase y no la nacionalidad, como inducen a que pensemos algunos empresarios e intelectuales orgánicos de la derecha.

Esto debe ser abordado por las fuerzas populares y progresistas para elaborar una propuesta política transversal, que incluya verdaderamente a quienes trabajan (sean de cualquier nacionalidad y estén en nuestro país). Esto tiene que ver con apostar por otros sectores con mejores condiciones que fortalecerán nuestra productividad y que beneficie, concretamente, a la población en el consumo y en la producción. Por último, el libre tránsito de los seres humanos es un derecho inviolable y nadie debería estar prohibido de ir a ningún país o lugar por sus condiciones de clase, raza, sexo y género; sin embargo, más parece que se piense a los migrantes como parte de mercancías que deben circular en el mercado global porque, con determinadas condiciones, favorecen a la precarización de su situación laboral y al abaratamiento de la mano de obra.

Por Andres Moreno

 

 

 

Referencias bibliográficas:

 

  • Eyzaguirre, Catherine (2019). La Política Nacional de Vizcarra: Nuevo gobierno, las mismas viejas recetas. Ojo Zurdo.Volumen(7), 13 – 15.