5 de cada 10 niños en el Perú tiene anemia o esta desnutrido, en Loreto esta cifra llega a 6 y en lugares mas alejados y de difícil acceso llega a 7 de 10 cada niños, mostrándonos un Perú con inequidad, injusto, con políticas publicas precarias, de escaso desarrollo e impacto social, donde el Estado no brinda las oportunidades que la población requiere para salir de la pobreza en la que millones de peruanos viven sumergidos, constituyendo uno de los mayores problemas de salud pública y de exclusión en nuestro país.
Cuando un niño no recibe en sus primeros 8 meses de vida la proteína necesaria para su normal desarrollo, está condenado a una subvida, a no desarrollarse adecuadamente, a tener una pérdida en el desarrollo cognitivo, lo cual da como resultado menores logros educativos, aún si más adelante se logra corregir este defecto nutricional, el desarrollo cerebral e intelectual ya estará comprometido, de acuerdo a Stoltzfus, Mullany y Black (2004) la anemia es un factor que contribuye a la muerte y discapacidad de las personas, tanto en forma directa como indirecta, es un factor de riesgo asociado a la mortalidad infantil, a la mortalidad materna, a la mortalidad perinatal y al bajo peso al nacer, afectando la calidad de vida de quienes la padecen a lo largo de su ciclo vital, generando más adelante adultos con menor productividad que otros y con menores ingresos, manteniendo el mismo circulo vicioso de nunca acabar.
Para Evelyn Paan Quispe del Colegio de Nutricionistas del Perú la anemia desborda en nuestro país debido a prácticas alimentarias inadecuadas, muchas familias consumen productos ultraprocesados y tienen una baja ingesta de hierro y proteínas. Esto es muy curioso en un país con una megadiversidad de alimentos y con una de las mejores gastronomías. Alimentos como el hígado, el bazo y la sangrecita han sido excluidos de la alimentación habitual de los niños, pese a que son fuente de hierro tipo Hem (con hemoglobina y mioglobina), el cual es mejor metabolizado por el cuerpo y absorbido con gran eficiencia. De igual manera, se han dejado de lado la quinua, la kiwicha y la cañihua, cuyo contenido de proteínas es más alto que el de cualquier otro cereal y una fuente importante de fibra dietaria.
Pero por otro lado en más de una década las cifras de anemia y desnutrición no han habido variaciones ostensibles, los diferentes planes ejecutados por los diferentes gobiernos de turno no han podido reducirla ni siquiera por debajo del 40 %. El enfoque de todos los planes básicamente ha sido hacer énfasis en la adecuada alimentación, desparasitación, vacunación y controles de crecimiento y desarrollo, pero ¿Qué otros factores están involucrados en la anemia y desnutrición a parte de los factores biológicos-nutricionales? ¿Cómo entiende la población y el Gobierno peruano esta problemática? ¿Cómo convive con ella? Son aspectos que también debemos responder para ver en que venimos fallando al abordar este flagelo social.
Tania Goossens, directora del Programa Mundial de Alimentos de la ONU en CADE 2018 precisó que el 50% de la causa de anemia en el país es por el déficit de hierro, por lo que es importante que entidades como el Ministerio de Agricultura tenga un rol activo para garantizar la disponibilidad y el acceso a los alimentos y que el 50% restante de la causa de la enfermedad obedece a la falta de acceso al agua, saneamiento e higiene. «Hay tareas pendientes en infraestructura, acceso al agua limpia e higiene, entonces otra vez hay muchos actores que pueden contribuir con el objetivo de mejorar todo esto», sostuvo.
Hace 11 años antes del CADE 2018, el Tribunal Constitucional, mediante la Sentencia N° 6534-2006/PA/TC, reconoció el derecho al agua potable como derecho fundamental autónomo pues tiene como objeto el aprovechamiento de un recurso natural que es un elemento básico para el mantenimiento y desarrollo no solo de la existencia y la calidad de vida del ser humano sino de otros derechos fundamentales: salud, trabajo y medio ambiente sano, entre otros. A fin de tutelar el derecho fundamental al agua potable, el Estado debe, como mínimo, garantizar a toda persona: 1) El acceso; 2) La calidad; y 3) La suficiencia del agua. Es por ello que el Tribunal considera que sin la presencia de estos tres requisitos, dicho derecho fundamental se vería desnaturalizado notoriamente al margen de la existencia misma del recurso. Por eso el Tribunal señala que hay que facilitar un conjunto de supuestos mínimos que garanticen su goce o disfrute por parte del ser individuo beneficiario. Pero el acceso a agua potable y segura y a desagüe en 12 años no han crecido al ritmo que necesita nuestro país, según estimaciones del INEI son cerca de 8 millones de personas que no cuentan con un adecuado abastecimiento de agua potable y segura contribuyendo a generar mayores problemas de salud pública, como la anemia, la parasitosis intestinal y las enfermedades diarreicas.
La anemia es un problema incrustado en nuestras insuficientes Políticas de Estado, caracterizadas en varias décadas por la corrupción y exclusión; si no podemos garantizar el acceso a agua potable, a desagüe, a empleo digno y bien remunerado, brindar una adecuada seguridad alimentaria, educación de calidad y mejorar el acceso a los servicios de salud, por muchas chispitas y sulfato ferroso seguiremos teniendo millones de niños famélicos, desnutridos, ignorantes e improductivos.
Por Alberto Vargas
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