
Pretendo hacer de este artículo un texto breve y simple de entender, anticipo al lector que algunos ejemplos que pondré parecerán muy burdos, es la única manera que encontré de aproximarlos a la situación que actualmente vivimos.
Los actos delictivos siempre han existido, y por alguna razón la mayoría de las sociedades tiene códigos que los sancionan, incluso sociedades menos civilizadas tienen creencias y tabúes en relación a la propiedad del “otro”, el “Ama Sua” uno de los tres principios de la moral incaica, “no seas ladrón” es un ejemplo claro que desde todos los tiempos se ha buscado proteger la propiedad.
Las acciones delictivas son variadas, podemos resumirlas como “aquellos actos que generan un daño físico, económico o moral” contra quien es víctima de dicho acto; pero estas tres dimensiones tienen algo en común: en todas ellas el acto delictivo disminuye o deteriora el valor que cada persona atribuye a cada una de las dimensiones, ya sea si somos víctimas de un asalto de donde salgamos heridos, nos roben cierta cantidad de dinero o seamos víctimas de una calumnia o injuria hacia nuestra persona, en todos ellos se ha disminuido o deteriorado algo que apreciamos: nuestra salud, nuestra propiedad o nuestra dignidad, a las cuales le hemos atribuido un valor emocional o monetario.
Cuando somos víctimas directas o presenciamos un acto delictivo, lo que se espera es que los administradores de justicia, juzguen y sancionen como dicta el código penal; sin embargo, el resultado es todo lo contrario, los delincuentes son liberados muchas veces habiendo pruebas contundentes que los sindican como el actor directo del delito que se le acusa, y es que la delincuencia tiene una utilidad, sirve para el ejercicio del “poder” sobre la población, esto que acabamos de mencionar lo iremos explicando poco a poco en lo que resta de este artículo.
Ante esta situación de una mala administración de justicia, nace la figura de la legítima defensa, donde uno mismo administra el cuidarse a sí mismo o los bienes que posee y que cada quien piensa que debe defender. En el caso de que el acto delictivo atente contra la integridad física o la vida, no hay ningún argumento (al menos no lo abordaremos en este artículo) contra quienes optarían por defenderse a costa de quitarle la vida al sujeto que atenta contra la nuestra o la de un ser querido, sin embargo, cuando se pretende defender un bien económico, la situación ya no es defender la vida, sino la propiedad, pero siendo mucho más precisos, se defiende el valor que le he atribuido a ese objeto; muchos pensaran que hasta este punto, todo es lógico y no hay nada más que argumentar.
Sin embargo el hecho mismo de que la atribución del “valor de nuestra propiedad” dependa de cada uno, hace peligrosa la situación de optar por defenderse uno mismo. Citemos un ejemplo, si vamos por la calle y hemos acabado de comprar (para este ejemplo) una manzana, y nos la arrebatan de la mano, ¿sería lógico que saque un arma y dispare contra quien me acaba de robar?, muchos dirán que el valor del bien no es proporcional a la vida de una persona, pero recordemos que radica en cada persona la atribución del valor a los bienes materiales; en todo caso, la víctima del robo de tan deliciosa fruta podría argumentar que es un “consumidor frenético de dicho fruto”, aun así para la mayoría de personas no es válido su argumento y nos inclinaríamos a pensar que se excedió en su reacción.
Pero ¿si lo que nos roban es un celular?, o ¿una laptop?, algunos empezaran a inclinarse por averiguar el precio de dichos equipos, y por último ¿si lo que nos roban es una fuerte cantidad de dinero?, habría que encontrar el concepto de “fuerte cantidad de dinero” que tiene cada persona, ya que para algunos mil soles sería una fuerte cantidad y para otros una suma irrisoria.
En lo último que hemos mencionado radica el desarrollo ulterior de lo que en este artículo proponemos, los actos delictivos dejan una huella mnémica de miedo, huella que disminuiría si dicho acto sería procesado y sancionado, pero al suceder todo lo contrario, esa huella se transforma en frustración que conlleva hacia una actitud agresiva y sancionadora contra todo aquello que atente contra la “propiedad”.
¿Cuál es la importancia de este sentimiento de impotencia?, su importancia radica en que puede ser desplazada hacia situaciones sociales donde “la propiedad Estatal” se vea vulnerada, citaré un ejemplo para ilustrar mejor lo que hemos mencionado: imaginemos que los miembros de una comunidad campesina “x” , se dirigen a la capital para reclamar la muerte de “n” cantidad de niños miembros de su comunidad por culpa del relave minero que contaminó una de sus fuentes de abastecimiento de agua, en el transcurso de su manifestación hay enfrentamiento con las fuerzas policiales que resulta en daño a la propiedad pública, la sanción y la crítica hacia dichos actos es dura, a nadie le importa ya la muerte de “n” cantidad de niños, eso paso a segundo plano, importa más “la propiedad pública y su integridad” que la integridad de quienes vienen a reclamar una injusticia o lo más importante, la muerte de “n” cantidad de niños; una vez más se evidencia que el valor atribuido a las cosas materiales importa más que el valor y el respeto a la vida.
Con todo lo hasta aquí mencionado se arma la receta para el control social y resulta la siguiente ecuación:
+ Delincuencia + control policial = + control social
El ejercicio del “poder” sobre la población por parte de los efectivos policiales para el control social, radica en mantener la “normalidad”, normalidad que debe ser entendida como la pretensión de que los grupos de poder que dirigen y se benefician de nuestra sociedad, no se vean vulnerados por pensamientos y acciones revolucionarias que hagan tambalear la superestructura en la que se han agazapado y no pretenden soltarse, entendamos como acciones revolucionarias aquellos pensamientos de cambio que conllevan a acciones de búsqueda de una sociedad más justa en todos los aspectos, donde se aspira a contar con un sistema de justicia igual para todos, donde se busca el acceso a servicios básicos con igualdad, donde se pretenda acabar con centralismo que ha llevado al olvido a las comunidades más alejadas, etc.
La “propiedad” o lo que atribuimos como “valioso” tiene la capacidad de satisfacer necesidades consciente e inconscientes, y es por ello que nos indigna más un vidrio roto o una pared pintada que la muerte o la represión de quienes reclaman algo justo, ya que lo primero al satisfacer una necesidad tiene parte de nuestro “ser” adherido y su pérdida o deterioro nos afecta directamente como si se tratase de un bien propio, lo segundo en la mayoría de los casos se atribuye como ajeno y termina por restársele importancia.
Es por todo lo antes mencionado, que la delincuencia se ha vuelto un producto muy útil para el incremento del control social y con ello la estabilidad de quienes pretenden que las cosas sigan iguales. Para terminar, hagamos un ejercicio mental, pensemos en lo siguiente: ¿Qué labor realizarían las fuerzas policiales en una sociedad donde los índices de criminalidad sean mínimos?
Por Christian Franco Rezza
31 agosto, 2020 at 6:13 pm
El ejemplo nos ilustra la tesis, pero no se cumple sólo en ese caso. Es decir, es un caso aislado. La Delincuencia favorece a la víctima en los casos en que por ejemplo como usted mencionó, te roban la bicicleta, el celular o la laptop. Ok. Acudes al serenazgo, la PNP y el ministerio público y no te hacen caso, ok. Entonces ya quye eres víctima y no hay justicia democrática, acudes a un investigador o pagas a álguien para averiguar quién es el delincuente, y operas la justicia por tus propias manos. El método puede variar.
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6 diciembre, 2020 at 2:13 am
Estudiare esto también, genial soy segundo comentario 😀
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