
El recientemente designado gabinete Cateriano, desde el punto de vista político, será de suma cero. Esto quiere decir que en los próximos meses asistiremos a un escenario en el que las eventuales ganancias políticas del Ejecutivo se equilibraran con sus pérdidas, no habiendo mayor espacio de legitimidad social para este gobierno saliente. Si antes de la pandemia Vizcarra gozó, en términos generales, de aceptación ciudadana, en estos aciagos meses no experimentará similar espaldarazo.
A nivel de la relación Parlamento–Gobierno, no habrá un control político relevante por parte de la representación nacional, excepto alguna interpelación de poca trascendencia y quizá uno o dos amagues de censura ministerial. Y no lo habrá porque este Congreso es tan incapaz como el disuelto; porque no tiene legitimidad de ejercicio; porque ha renunciado a la deliberación pública de reformas políticas urgentes, y porque la actual coyuntura no favorece la gobernanza de políticas públicas.
Vizcarra no puede cerrar el Congreso y no cuenta con un escenario favorable para convocar a referéndum sobre algún tema de interés nacional. Teóricamente el Congreso podría desplegar un control político agresivo sobre el gabinete ministerial; sin embargo, no lo hará o evitará, porque estando de salida no le conviene quebrar el supuesto orden democrático y la convivencia armoniosa que ahora reclama la emergencia sanitaria. No perdamos de vista que en contextos complejos como el que estamos atravesando la teoría de la elección racional reduce la posibilidad de confrontación.
La CONFIEP ha saludado la designación de Cateriano, lo que confirma un claro realineamiento de las políticas al modelo económico vigente. Esto supone que la prioridad de la agenda gubernamental será el crecimiento económico, pues en la gestión del COVID-19 el gobierno ha perdido la batalla. Toda vez que el crecimiento económico no es sinónimo de desarrollo, se avecinan: luz verde a Conga y Tía María; precarización de los derechos laborales; rescate financiero del Estado a los grandes operadores económicos en detrimento de las MYPES; preservación de los privilegios a clínicas y farmacéuticas para seguir mercantilizando con la salud de los ciudadanos.
Vizcarra se ha equivocado con Cateriano, entre otras cosas, porque éste tiene un perfil político útil para escenarios polarizados, y no así para contextos de relativa calma o convivencia armoniosa. Cateriano no es Paniagua o Pérez de Cuellar. Si Zevallos fue consciente de la importancia de la sanidad pública para el desarrollo del Perú, Cateriano y Alva están convencidos de que es un tema de mercado, razón por la que sólo abordará la salud pública implementando alguna infraestructura hospitalaria, comprando un kit de biomédicos, o contratando a determinados profesionales de la salud.
La defensa apologética que hace el premier de su Ministro de Trabajo se contrapone a la trayectoria política que ostenta. Los ministros deben ser tecno políticos o politécnicos. Si Ruggiero tiene todos los títulos del mundo o es un gran laboralista, su lugar es un centro de estudios, un staff de abogados, la universidad, o una empresa consultora. Casualmente, los ministros “académicos” son los que tienen mayores posibilidades de fracaso en gestión, salvo honradas excepciones, porque la reputación profesional en la esfera privada no es sinónimo de liderazgo, ni mucho menos de capacidad directiva.
Pensar que la edad cronológica es un indicador de capacidad en gestión pública constituye un craso error. Hay jóvenes también conservadores, movidos por sus propios intereses, individualistas, y ajenos a temas sociales altamente sensibles. Sin temor a equivocarme diría que al joven ministro el cargo le va a quedar grande. ¿Cuántos jóvenes son exitosos directores, subdirectores, asesores y/o secretarios generales? Diría muy pocos. Sino veamos el nivel de burocracia profesionalizada que tenemos.
Finalmente, la designación de Cateriano expresa esa vocación inequívoca en el Perú y apasionamiento por “premiar” a quienes tuvieron la oportunidad de ejercer poder político o técnico y lamentablemente obtuvieron resultados carentes de impacto social, sin una contribución concreta al desarrollo humano del país. ¿La gestión de Cateriano 2015 – 2016 fue exitosa como para darle otra oportunidad de conducir el gabinete? Lo peor de todo es que Cateriano ha sido denunciado por un procurador público que defiende los intereses del Estado, no siendo coherente que el propio Estado agraviado tenga como premier o ministro al presunto responsable. Naturalmente, en países del primer mundo una designación como la de Cateriano sería inviable.
Cateriano no tiene nada que perder. Los ministros menos eficientes de Vizcarra (Agricultura, MEF y Educación) se mantienen en el cargo y el premier debe pedir la confianza también por ellos. Lo que se viene es hartamente conocido: Búsqueda de correlación de fuerzas para el voto de confianza; concurrencia del gabinete al Congreso para solicitar la confianza; debate parlamentario estéril con miras a otorgar o rechazar la cuestión de confianza; pérdida de horas hombre en el Parlamento deliberando asuntos de escasa trascendencia política; discurso de Cateriano priorizando 3 medidas: Crecimiento económico, gestión del COVID-19, elecciones generales 2021.
El resultado final será el voto de confianza al gabinete Cateriano, con algunas voces discordantes pero insignificantes desde el punto de vista político. Se cierra el telón.
Por Jans Cavero
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