
Ernesto Guevara de la Serna, más conocido en el mundo como el ‘Che Guevara’ es el símbolo del socialismo y la fe en el ideal del tan ansiado progreso humano. Su vida fue mítica y su paso por el mundo como revolucionario, político y héroe fue la creación de una fe en la humanidad, de la construcción de una sociedad más justa, de la constitución de un hombre nuevo. Su vida y sus ideas siguieron una sola línea: coherencia de pensamiento y acción. Más que un político fue un gran líder, más que un intelectual fue un hombre con una sola fe. Encontró en el socialismo científico o marxismo la base de una nueva concepción antropológica: El ser humano-solidario, aquel ente que no contiene ningún rastro del egoísmo humano y fiel reflejo del capitalismo. Y cuyo ideal del Che fue destruir ese sistema social injusto y decadente.
Pero la pregunta es ¿y cómo surgió dicho mal? Cuando el pensamiento moderno se instauró a través de los primeros experimentos sociales violentos como la independencia de Estados Unidos y la revolución francesa, se promociono un nuevo tipo de concepción de hombre, hedonista, mundano y práctico ante la vida, donde solo busca satisfacer sus propias necesidades materiales más que espirituales, pero dentro del marco de un hombre de plano material y cognoscitivo, biológico e instintivo, el cual su percepción del mundo es su propia visión. Es decir, se apeló a un subjetivismo radical y cuasi solipsista. En consecuencia, un hombre empequeñecido y puesto sus pies en la tierra. Esa imagen “alter-ego” no es más que su propia visión, el cual tiene que romper con la tradición anterior, religioso, místico y cristiano, que fue considerado como oscurantista, decadente y fatalista. Esta concepción del burgués moderno se impuso al mundo medieval.
La civilización concebirá en Europa la modernidad, o mejor dicho el desarrollo pleno de las potencialidades del hombre a través del progreso, generado por su libre albedrío, con un conocimiento científico y culturalmente secular. Pero fue con el marxismo que la denuncia del mundo burgués, debería ser superado, ya sea de forma dialéctica y a través de la revolución revitalizadora del horizonte radical del ascenso del poder dentro de la sociedad. Fue el Che Guevara quien denuncia este mal del mundo, la crisis del capitalismo y enarbola una nueva alternativa a esa racionalidad instrumental, similar fue la prédica de Mariátegui con su versión del marxismo.
Es así que para realizar la revolución permanente tenía que plantear nuevas estrategias, fuera de la línea dura del marxismo, y así nace la teoría militar y epistémica del foco guerrillero, un grupo armado de ciudadanos que con estrategias más o menos militares de lucha asimétrica se hace del poder en un pueblo, y genera ese tan ansiado cambio radical en la sociedad. Aprendemos con el Che, que las recetas metodológicas revolucionarias son particulares en el contexto sociocultural de dicha sociedad en la que se enmarca la comunidad X o Y –por ejemplo– podemos afirmar sin equivocarnos que el marxismo tradicional lo veía con escepticismo, hasta como un enemigo más que un aliado o compañero de ruta. Pero ese marxismo heterodoxo que tanto proclamó, es el que hasta ahora perdura, ya sea en sus experiencias particulares, políticas o ideológicas.
Algunos teóricos socialistas lo consideraban hasta un trotskista asolapado o simplemente un pequeño-burgués revolucionario. También debemos comprender que su apuesta final por la revolución en Latinoamérica generó una nueva característica en la cartografía de la izquierda mundial, pues esa apuesta final –a la cual entregó su vida– hizo que varios intelectuales de aquellos tiempos (los años 60 y 70) sean seducidos por la revolución radical, ya sea violenta o electoral. Podemos afirmar sin equivocarnos que hasta a Augusto Salazar Bondy no solo le generó admiración sino le dio un camino para la revolución en el Perú, y cuya misión fundamental de la filosofía involucra la creación teórica de una filosofía para la liberación en el Perú y Latinoamérica.
El Che Guevara fue un socialista a carta cabal por su radicalidad, pero sobre todo por su libre orientación anti-dogmática del marxismo. Hasta el mismo Sartre pudo entablar cierta simpatía y adherencia por su lucha revolucionaria, y sobre todo su radicalización en el enfoque revolucionario que proponía y que era más práctica en sus formulaciones y en la obtención de resultados, ideas que fueron aplicadas en la lucha revolucionaria del pueblo cubano. Pero ¿qué ideología promovía este hombre, un socialismo humanista, o un humanista socialista? considero que él fue simplemente un marxista-leninista heterodoxo, libre y anti-dogmático. Termino con este comentario, que las futuras luchas de la izquierda peruana, deben contener ese rasgo de heterodoxia con la teoría y práctica para la revolución peruana.
Por José E. Chocce
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