
Ante la crisis que vive el país por la pandemia del coronavirus, “Transformar la informalidad es la reforma más grande de la historia del Perú”, propone como reto el destacado comunicador social Julio Schiappa. Interesante el desafío, sin embargo, cabe preguntarnos ¿Será posible transformar la informalidad sin transformar el sistema que lo genera y acrecienta cada día?
Tal vez mayoritariamente estemos de acuerdo en que el ambulante, el “microempresario”, el trabajador independiente, los “informales” en general, lo son fundamentalmente porque no tienen mejor opción para desarrollarse, ante el desempleo, subempleo, pobreza, bajas remuneraciones, abandono del Estado a las actividades rurales, agrarias, entre otras.
Frente a ellos los políticos neoliberales levantan su receta de la “formalización”, como solución, entendiendo que bastaría que los informales se legalicen, tributen y adopten las reglas de la organización formal de la economía, para que sus actividades puedan competir en el “libre mercado”, como una más de las que existen en el sistema vigente.
Sin embargo, ¿Se equivocan los estudios que evidencian la relación causal entre desempleo, subempleo e informalidad?, es decir, que anotan que el tema de fondo es el empleo. ¿Son errados los estudios que demuestran que empresas “formales” informalizan partes importantes de la producción y/o comercialización de sus productos como una estrategia deliberada para elevar sus ganancias?, ¿No es cierto que gracias al trabajo de los “informales” grandes empresarios acumulan riquezas multimillonarias, mientras los “informales” sobreviven con lo que ganan en el día a día?
Existen múltiples evidencias que apuntan al sistema económico y social vigente como el generador de los “informales”, que los explota y se enriquece con su trabajo, sin embargo, permanentemente se desentiende de la vida y bienestar de estas personas y, muy por el contrario, hipócritamente los denigra, discrimina, persigue y rechaza.
Lo cierto es que hay algunos segmentos, estudios indican un tercio del total, que sí logran desarrollos que les permiten acumular dinero y desarrollarse, potenciando capacidades empresariales que las ubican socialmente como empresarios de “clase media”. Sin embargo, la amplia mayoría de “informales” fundamentalmente sobrevive.
Resumiendo, es cierto, “Transformar la informalidad es la reforma más grande de la historia del Perú”. Lograrlo implicaría que estaríamos transformando el injusto sistema vigente, que las y los trabajadores “informales” habríamos desarrollado una mayor conciencia democrática, de compromiso con el Perú y con su destino, nuestras actividades contribuirían a democratizar nuestra sociedad, asumiendo deberes y derechos para fortalecer nuestro mercado interno e industria nacional, afín de que la economía nacional esté al servicio de los peruanos, para que la riqueza no esté concentrada en pocas manos o en unos cuantos monopolios u oligopolios; por el contrario, desarrollaríamos emprendimientos generando riqueza desde abajo para el bienestar familiar y nacional. En suma, junto a otros sectores de la población formaríamos parte de un proyecto de desarrollo nacional inclusivo, democrático y solidario, basado en una propuesta de crecimiento y desarrollo sustentables e inclusivos.
Por Guillermo Nolasco
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