Individualismo: Concepto y Diferentes acepciones
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La crisis causada por el COVID-19 ha provocado que la sociedad reflexione sobre el modelo impuesto en el mundo.  Los líderes políticos de las grandes potencias tienen los ojos del mundo puestos en ellos debido a su ligereza al momento de tomar acciones frente a esta pandemia. El neoliberalismo ha quedado desnudo de nuevo frente a la problemática que exige cambios necesarios en el ámbito humano y ecológico.

Durante décadas, en todo el mundo, el capitalismo imperante ha promocionado el individualismo como modelo para el progreso del ser humano. Es decir, quien importa soy yo, solo yo y nadie más que yo, desplazando así el apego a la pertenencia dentro de una estructura establecida. En el libro Filosofía de la idiotez, el psicólogo Diego Llontop nos explica que el ser humano actual es el producto de las reformas sociales y científicas.

Resulta interesante retrotraernos al siglo XVI, durante la Reforma Protestante, cuando Lutero y Calvino inician una etapa de cuestionamiento al catolicismo con el fin de independizarlos de esta estructura y someterlos a la voluntad divina. Calvino, por su parte, indicaba que el progreso económico personal era una forma de alabanza a Dios, lo cual fue instrumento usado por el capitalismo. No obstante, sus propósitos no fueron los planeados: hubo una ruptura entre el hombre y Dios. Peter Watson analiza este asunto con más detalle en su libro La edad de la nada. El mundo después de la muerte de Dios. En este texto se expone que el hombre se halla vacío sin el sentido de trascendencia que la religión llenaba. Esto ayuda a explicar el resurgir de gobiernos con fuerte carga religiosa, como los vemos ahora en América Latina, como una salida frente a este vacío.

Mientras que en el siglo XVII, los científicos Galileo y Descartes desbarataban los argumentos aristotélicos que la religión protegía usando hasta la violencia. «El desplazar a la Tierra del centro del universo indirectamente desplaza al hombre de ese mismo centro, lo cual era un tremendo golpe a las antes sólida creencia de ser los “favoritos de Dios”», analiza el profesor Llontop. Galileo instauraba las ciencias matemáticas como lenguaje universal para la comprensión del mundo mientras Descartes terminaba por ubicar al hombre al centro de todo con su obra El Método y, dentro de ella, su famosa frase Cogito, ergo sum.

Por estas razones, aunque no las únicas, el hombre mantiene un paradigma de pelea personal más no grupal. La individualización reina frente a la integración. El egoísmo más no la solidaridad. El hombre no se siente igual al otro. Sobre esto, y para empeorar las cosas, Marco Aurelio Denegri decía que la especie humana es jerárquica y territorial. Por ello, no puede sentirse igual al otro.  El Socialismo, sin embargo, ha buscado lo contrario de esta premisa hasta ahora: la igualdad.

Hoy exaspera este virus, pero lo que más miedo debería dar es el virus del individualismo como única respuesta. La sociedad tendrá que dejar de ser muy idiota (los griegos calificaban con este adjetivo a quienes les importaba solamente su vida personal) y ser solidarios con el resto.

 

Por Héctor Calero Amaro