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Foto: Protestas antineoliberales, Chile 2019.

Toda Latinoamérica se encuentra desde hace algunas semanas en periodo de distanciamiento social. En algunos países las restricciones de movilidad son más contundentes que en otras, pero no hay país alguno de la región que este ajeno a las medidas que buscan contener la propagación del covid-19. La lucha por la vida en nuestra región hace parte también de la lucha global que de manera desigual están librando los países en otras regiones del mundo.

Las desigualdades entre los países ricos y pobres, o los del centro y la periferia, han exacerbado estas semanas el modo de respuesta a la contención. Hemos presenciado una especie de guerra por quién se apropia más rápido de los insumos médicos requeridos para contener la epidemia. A través de confiscaciones en los aeropuertos, de cancelamientos de compras por mejores postores, de desatención a países que por pocos recursos intentan llevar adelante compras no tan masivas, etc. estamos asistiendo al fracaso del sistema internacional tal como lo conocemos. La posibilidad de una respuesta solidaria y global resulta en estos momentos una quimera. Estamos en una versión del ‘sálvese quien pueda’ global.

Nuestra región no es ajena a aquel drama. Sin espacios de coordinación efectivos los países responden a su modo. La solidaridad entre los países de la periferia para intentar equilibrar y exigir una respuesta global y solidaria a los países ricos que con la inmensidad de sus recursos intentan acaparar la producción global de insumos médicos también parece una quimera. Y es así por factores internos de las luchas políticas en nuestra región. La vieja disputa entre ciudadanos y élites que atraviesa a cada país latinoamericano sin excepción, y que se ha exacerbado en los últimos meses y años, es el telón de fondo que acalla todo intento de solidaridad y respuesta conjunta. Las élites se mueven bajo el cálculo de pretender tener aislados a quienes actúan buscando el interés colectivo y buscan dar la sensación de tener el control de la situación. Cuba que presta ayuda a una serie de países europeos en contener la epidemia y es parte de nuestra región pareciera no existir para las élites gobernantes. Venezuela, una voz que clama articulación y solidaridad entre los países tampoco aparece en el radar de las élites, por el contrario, estas se empeñan en respaldar las medidas inhumanas que se ejercen sobre este hermano país desde los EEUU.

Algo es cierto, la epidemia esta exponiendo crudamente el fracaso de las democracias neoliberales que se impusieron en los países y que las élites promovieron activamente. El sistema de salud pública abandonada, privatizada, etc. es la que hoy resulta imprescindible para contener la crisis sanitaria. La educación pública, abandonada y dada a las redes del mercado, hace falta hoy. Su desvinculación con un proyecto del país, ajenos a objetivos nacionales demuestran la poca utilidad de las universidades peruanas, por ejemplo, en una situación de emergencia como la que vivimos estos días. Sin embargo, o quizás por ello, la reacción de las élites, en particular sus opinólogos de turno, es férreamente defensiva. Se aferran a defender el modelo que hoy esta cuestionado en su sentido más íntimo: ¿para qué este modelo de desarrollo? ¿para la gente o para el bolsillo y privilegios de algunos?

Posición defensiva como si el neoliberalismo no fuese ya un modelo de sociedad que hace agua desde hace varios años, que tiene en la polarización a la que tienden diversos países un signo de que el status quo no da más. David Harvey sintetiza muy bien lo que es el neoliberalismo: una recomposición del poder y privilegios de las élites en un contexto que venía de ciertos equilibrios entre capitalistas y trabajadores, o élites y ciudadanos. Esa recomposición, llevada adelante en un contexto muy particular, ya no da más. Requerimos una nueva recomposición del poder, pero del poder de la gente. El mundo camina a algo nuevo. Las élites más inteligentes en algunos países lo han entendido, conscientes del gris futuro del status quo neoliberal han ido formulando bien sea salidas autoritarias como en el Brasil o los EEUU, o bien sea buscando salidas ordenadas que busquen blindar sus privilegios y reformular su poder con consensos que no cuestionen los fundamentos de una sociedad de clases sociales como el caso de Chile o Francia.

El Perú recibió el centenario de su vida republicana con el fracaso del proyecto de las élites oligárquicas a cuestas. El bicentenario llegará el 2021 con el fracaso del proyecto de las élites neoliberales que no han sabido conducir al país al desarrollo pleno de su potencial, ni han sabido hacer del país una patria ‘firme y feliz en la unión’. Es la hora de la gente.

Por Víctor Cárdenas