
Uno de los principales problemas con el COVID19 es su rápida propagación que hace colapsar cualquier sistema de salud. Los esfuerzos que vienen realizando los países que han registrado casos de infectados apuntan a contener la velocidad del contagio. La participación de los ciudadanos y la solidaridad son las únicas formas efectivas de lograr con éxito contener la propagación. La respuesta a la crisis sanitaria en China comprometió a los ciudadanos de las ciudades afectadas quienes hicieron parte activa de la cuarentena decretada por las autoridades. La solidaridad, además de entre los países, viene siendo un elemento clave para que sectores precarizados o vulnerables puedan resistir el periodo de cuarentena.
En este contexto la primera línea en esta batalla por la vida son los trabajadores. Ellos, la verdadera riqueza de las naciones, son quienes sostienen los pilares imprescindibles de la vida colectiva: producir alimentos, producir servicios, encargarse de la salud de todos, de la seguridad, etc. En sus manos recaen las tareas concretas de los planes que llevan adelante los países para contener la propagación. Son quienes en este momento están manteniendo las calles limpias, desinfectado focos de contagio, visitando ancianos, atendiendo pacientes, sembrando y cosechando los alimentos que irán a las ciudades. Son los trabajadores de la salud que, al menos en el caso peruano, denuncian que no están recibiendo los implementos de bioseguridad necesarios. Esa primera línea compuesta de gente sencilla, de trabajadores, es la que está poniendo el pecho en la crisis.
Es importante tener siempre presente lo anterior porque corremos el riesgo de que los efectos de la crisis sanitaria la terminen cargando los ciudadanos en beneficio de las elites. Por cómo es que se viene configurando el mapa político en la región es un aspecto que no hay que dejar de ver. Ya hemos visto que no solo la Unión Europea ha tenido una respuesta tardía y descoordinada para con la crisis que se agrava en Italia y España, sino también en nuestra región. La respuesta de nuestros países con respecto a la crisis sanitaria ha sido también descoordinada y desigual. El grave debilitamiento de la Unasur ha sido constatado una vez más, ni Prosur, el invento de algunas elites gobernantes ha servido para coordinaciones mínimas en este contexto.
Lo que aparece en nuestro panorama regional son más bien disputas entre elites gobernantes que buscan preservar el lucro y quienes buscan preservar la salud pública de nuestros países. Se podría pensar que después de la gravedad que ha adquirido la propagación del coronavirus en países como Italia o España –con sistemas de salud que cuentan con más recursos que el promedio de los sistemas de salud de nuestra región– la respuesta tendería a ser inmediata y decidida. No ha sucedido así. Lo que esta aconteciendo es que las respuestas a la crisis sanitaria están caminando de acuerdo a los momentos políticos particulares que vive cada país. Chile es un ejemplo, el gobierno de Piñera pretende aplazar las medidas sanitarias más fuertes bajo la excusa de que no son necesarios, mientras, por su parte, los ciudadanos reclaman llevar adelante medidas como la cuarentena general. La lucha entre elites y ciudadanos se ha trasladado al plano del modo de responder a la pandemia. Bolsonaro en el Brasil, por su parte, con actitudes similares ha pretendido restar importancia al problema y cuando le ha tocado afrontar ha propuesto cosas como las de pretender suspender los contratos laborales por cuatro meses. Si bien tuvo que recular aquella inicial propuesta, la lógica detrás de los dos casos apuntan a lo mismo: preservar una economía que sostiene los privilegios de las elites e intentar hacer cargar los efectos de la crisis a los ciudadanos.
Por ello es que resulta importante recalcar quienes en estos días de crisis sanitaria son los que están poniendo el pecho. No son las elites, menos sus banqueros, mucho menos sus burócratas o sus defensores de turno, es la gente sencilla la que está en la primera línea. Resulta por esa razón importante que lo central sea la participación activa de todos, tomar con seriedad y responsabilidad las indicaciones sanitarias. Cuando pase la pandemia nada volverá a ser exactamente como antes, la exacerbación de las contradicciones de las democracias neoliberales que vivimos en estos días son el preludio de ventanas de oportunidad que se abren para el cambio. Al Perú que ya vive desde hace unos años una acelerada decadencia de su clase política y económica se le suma esta crisis sanitaria, ¿quién cargará el peso de los efectos de esta crisis? solo el resultado de la disputa entre las elites y los ciudadanos lo dirá. Por lo pronto preservar la vida es la primera lucha que ganar.
Por Víctor Cárdenas
Deja una respuesta