
Perú vive estas semanas un fenómeno que llama la atención. Un día antes que inicie Octubre del 19, significativo para los acontecimientos políticos y sociales de nuestra región, en Lima el presidente del país, presionado por las protestas anticorrupción y la ofensiva de la mayoría conservadora del congreso que había decidido ir por él, disolvió el parlamento y convocó inmediatas elecciones para enero del 2020. En las calles de Perú se vivió entusiasmo, y en las encuestas la opinión pública saludaba el gesto valiente de un presidente, que aún en sus indefiniciones y asediado por las circunstancias se había puesto del lado correcto.
Pocos días después de esta brisa de entusiasmo en el país, en el Ecuador empezaron una serie de protestas ante el giro de un presidente que poco después de ser elegido cambio de bando y de programa, lo más cercano a Humala en el 2011, salvando las distancias y los dramas provocados. Luego los fuertes vientos libertarios llegaron desde el sur, Chile despertó como una fiera ante el cerco sin salida del neoliberalismo y las condiciones de vida que le impone a millones de personas. Latinoamérica se quedó desde Octubre del 19 sin oasis alguno. ‘El desierto avanza’ decía Nietzsche, y en efecto, no quedó en la región oasis alguno sino más bien, desiertos, valles, ciudades, ríos, bosques, en fin, un continente en disputa.
De la disolución del Congreso a esta parte han pasado algunas semanas de relativa distensión. Mientras los ultraconservadores pasaron a las sombras a reordenar sus filas, los liberales del parlamento se fueron articulando con lo que promete ser un partido liberal más en un país sin liberales, ya en otras ocasiones hemos expuesto brevemente algunas de las dificultades estratégicas de un proyecto liberal en el país. Por otra parte, los sectores antineoliberales del parlamento no lograron ponerse de acuerdo para una participación conjunta en la siguiente elección congresal. Es más, la dispersión se apodero de algunos sectores que terminaron minimizando la importancia de las elecciones parlamentarias una vez clausurado el Congreso de hegemonía conservadora.
Así se intentó un frente común de cara a disputarle a los golpeados conservadores y sus aliados económicos, los liberales, la conformación en el parlamento. La alianza electoral se cayó por detalles burocráticos de poca importancia, pero reveladores, sin quererlo quizás, de hondos desencuentros.
Ya en 2020, a pocos días de las elecciones de enero que conformarán los episodios del siguiente capitulo de la crisis nacional, el espíritu de combate entre las fuerzas políticas antineoliberales no coincide con el conjunto de cosas que conforman el escenario político actual. Un entusiasmo inexplicable aun si lo comparamos con los primeros días de la campaña del Frente Amplio del 2016 cuando la intención de voto era bajísima y los hasta poco tiempo atrás entusiastas candidatos de entonces desistían de serlo por el “fracaso” que se venía. Desanimo inexplicable considerando que los principalmente rivales, los conservadores están golpeados y los liberales que se aglutinaron y formaron el partido PPK que ganó las elecciones están dispersos, de hecho, ya ese partido no existe.
Se esperaba (espera) que esta campaña inmediata al cierre del congreso, apoyado mayoritariamente por el país, este marcada por la agenda pendiente de las reformas y medidas que se negaron a llevar adelante los conservadores antes del cierre del parlamento. Es decir, las medidas que apunten a superar en serio la actual crisis nacional, esto es la reforma a la constitución que permita abrir el camino a una Asamblea Constituyente que nos permita a través de una nueva constitución y una nueva conducción del país superar la crisis nacional. Los conservadores no quisieron discutir ni siquiera las tibias medidas que el Ejecutivo proponía llevar adelante.
Aquella posibilidad en el corto plazo, de abrir un camino a una Asamblea Constituyente, es lo central que se juega en la conformación del nuevo parlamento. Es cierto que también hay temas de legislación pendiente, pero, lo real por el corto tiempo y por el contexto particular del que se desprende esta nueva conformación es que ahí se puede pelear en romper el candado constitucional que impide la convocatoria a una constituyente. Sin embargo, esto es solo posible con una nueva mayoría no conservadora en el congreso, una mayoría con sólida presencia de fuerzas antineoliberales. No es difícil de suponer que entre las organizaciones antineoliberales se haya dimensionado esta posibilidad. Lo que sí es difícil de suponer es que tan comprometidos están en abrir esa posibilidad.
Es cierto que para llegar al 26 de enero ha habido prácticamente dos momentos, el primero entre la convocatoria y las fiestas de fin de año; y el segundo, con los días que andan viniendo ya entrado el 2020 y lo días que restan a la fecha de las elecciones. Estas semanas son claves, cada día es una batalla particular de cara a los comicios del 26. ¡Armas a discreción, paso de vencedores!
Por Víctor Cárdenas
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