
Los últimos días han sido días de tensión en la región. Valga decir verdades en lo que va del año la región ha vivido una intensa disputa por la conducción de los países de esta parte del mundo. En Perú estos últimos días hemos asistido a un episodio de alta tensión política por el choque entre Ejecutivo, conducido por liberales, y el Congreso, conducido por las derechas ultraconservadoras, mientras que en las calles se forja una agenda de cambios.
Este choque ha tenido como telón de fondo la crisis nacional que vivimos, y ha sido agitada en los últimos meses por los destapes de corrupción a todo nivel; destapes que han involucrado a las élites políticas y económicas que han conducido el país durante las ultimas décadas. En medio de estos destapes las tensiones entre la agenda ultraconservadora y la agenda el Ejecutivo se vieron tocadas por nuevas tensiones generadas a partir de los involucrados en las redes de corrupción que desde el Congreso pretendían bloquear el proceso de investigaciones por corrupción a cargo de la Fiscalía. A la agenda de los ultraconservadores se sumaba una agenda de impunidad devenida del destape de las corruptelas.
Estos días las élites del país se han parecido tanto a sus pares latinoamericanos; por unas horas tuvimos a una autoproclamada presidenta encargada en el Perú, como la del otrora autoproclamado presidente de Venezuela, y tras Mercedes Araoz un coro de interpretaciones de la realidad que dejan perplejo hasta a los mejores intencionados de sus filas. Luego de disuelto el Congreso ultraconservador ¿qué explicación le daban al país? Que habíamos sufrido un golpe de Estado llevado adelante por un presidente chavista en alianza con los comunistas y radicales. Una explicación que a todas luces resulta una ofensa para el sentido común, aún el más incipiente. La desconexión entre lo que pasa en la calle y lo que pasa en los salones de quienes pregonan esto es más que evidente. Las élites se han caracterizado en la región por eso, desde el clasismo que arrastran, viven desconectados de una realidad social muy heterogénea, muy alejada de la que imaginan desde sus medios o intelectuales. La ultraderecha venezolana, por ejemplo, ¿qué explicación da sobre la realidad política de su país? Que la Revolución Bolivariana es un enclave del imperio cubano que desde La Habana decide el futuro de este país llanero. Una explicación fuera de toda realidad como la de sus pares peruanos. Lo mismo valdría de llevar la pregunta al Ecuador ¿qué explicaciones da la élite sobre la situación de su país? según el actual presidente Lenin Moreno, las tensiones despuntadas en los últimos días son producto de la conspiración del expresidente Correa en alianza con Maduro, sin mencionar desde luego nada sobre los recortes sociales, concesiones al FMI, retrocesos en la integración regional, etc. Algo en común en las élites de nuestra región es que no son capaces de ofrecer una interpretación coherente de las situaciones en los diferentes países, se entrampan en una serie de relatos que carecen de todo elemento mínimo de persuasión y apelan únicamente al miedo.
El descalabro de los ultraconservadores en Perú viene a significar un golpe tremendo al marco político instalado luego del golpe fujimorista, recordemos que el fujimorismo originario se compone de tres vertientes aunadas a inicios de los noventas: sectores de los militares, las élites económicas y sectores políticos emergentes. Ese marco político y social asumía como ejercicio de gobierno la imposición a gas y palo de las iniciativas de profundización o ampliación del neoliberalismo. Esta forma de ejercicio de la conducción del país se ha visto trastocada. Quienes han quedado en la conducción del Ejecutivo se reclaman liberales o de un “centro radical” como haría alusión el mismo Vizcarra, y desde esas posiciones han mostrado algunas diferencias mínimas con los sectores más ultras de las élites económicas. Como era de esperarse, la Confiep, que aglutina estos intereses, tomó partido por los ultraconservadores, demostrando de ese modo compromiso con el sector más duro, después de todo fueron estos mismos quienes instalaron la actual democracia neoliberal del cual las élites usufructúan. Hasta como un gesto de originaria lealtad se entiende la posición que tomó la Confiep en torno a la disolución del Congreso.
Es sabido que el Ejecutivo no pretende salir de los marcos de la democracia neoliberal, por el contrario, algunas de sus observaciones han tenido que ver con temas de procedimientos, de agudeza política, de prioridad, pero de ningún modo sobre el corazón del modelo ni de los problemas derivados de este. Aun así, la Confiep teme, pero no al Ejecutivo, con el que, sin ninguna duda, se entenderán, sino a la Caja de Pandora que se ha abierto estos últimos días. Existe en el país hartazgo de la vieja política y de los viejos políticos de la democracia neoliberal; aquello es una posibilidad tremenda para las fuerzas que buscan cambiar, a través de una revolución democrática, el país. Es una posibilidad que requiere de superar las distancias existentes entre las luchas sociales, el descontento y las luchas políticas. Estas dos dimensiones separadas quitan filo a cualquier proyecto de transformación. Si algo en común tienen las luchas a lo largo del continente es haber combinado ambas dimensiones y sintetizarlas en proyectos políticos de superación a los actuales regímenes. La distancia entre ambas dimensiones es un factor que ha evitado tornar de masividad a los últimos episodios de la coyuntura.
El problema del neoliberalismo, en la región, es que no es capaz de ofrecer a los ciudadanos más que precariedad por una parte y privilegios por otro. El proyecto neoliberal pretende hacer de cada aspecto de la vida un negocio, mercantilizar todo, hasta cosas tan elementales como el acceso a la salud o a la educación de calidad. Este es un terrible problema para las libertades sociales e individuales. El neoliberalismo no les plantea otra cosa a los latinoamericanos que volver atrás. Y es que solo bajo esas condiciones se entra al circuito neoliberal global, el FMI exige a los países latinoamericanos recetas tan iguales para Argentina como para Ecuador. No hay consideraciones ni particularidades, solo un recetario de fracasos. De este modo la democracia neoliberal es por una parte un pésimo proyecto político de cara a ampliar las libertades individuales y sociales, y por otra, genera una economía basada no en la creación o la innovación, sino en el lucro, en la acumulación sin sentido.
Finalmente, en Ecuador, Lenin Moreno traicionando su programa de gobierno decide aliarse y gobernar con las viejas élites que años atrás los ecuatorianos habían derrotado en las calles. Moreno en el intento de regresar a una democracia neoliberal ha despertado a las calles, y estas respondieron, tal como arengaban las protestas de los estudiantes chilenos en 2011: “si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir”, ese es al fin y al cabo el espíritu de los hombres libres que se expresan en las calles de nuestro continente.
Por Víctor Cárdenas
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