PastoritaPastorita un espíritu libre

Los autores que más inspiraban a María Alvarado Trujillo, en palabras de su hija, eran Cesar Vallejo, Luis Valcárcel y José Carlos Mariátegui. Pastorita como estos personajes, en particular José Carlos, fue una peruana cosmopolita. En ambos destaca su fuerza, su voz, su coraje ante las vicisitudes de la vida, y su amplia mirada del mundo.

María Alvarado nació en Malvas, un pueblo enclavado en los andes ancashinos, un 19 de diciembre de 1930. Llegó muy joven a la capital donde trabajó varios años como trabajadora del hogar, labor que compartía con los ensayos y los primeros pasos en su carrera artística. Luz Elena Romero, hija de Pastorita, menciona que aquella doble labor que desempeñaba le costó en varias oportunidades ser despedida de las casas donde laboraba por los horarios irregulares que le demandaba dedicarse a los ensayos artísticos. Esa vida sencilla, sin privilegios, construida a pulso la identificaba con los dramas por las que pasaban los provincianos de entonces en la capital.

Desde la mirada del Perú del siglo XXI quizás sea difícil ponerse a imaginar lo que significó aquel hecho: llegar a la capital, caminar calle por calle buscando trabajo, quizás encontrarlo o quizás no. La sensación del migrante es de incertidumbre con el mañana, cada día es vivir.  Ante eso uno se pregunta cómo es que pudieron hacer lo que hicieron, porque indiscutiblemente en el Perú y la Lima de entonces los días eran muy difíciles.

Por razones como esas, Pastorita a lo largo de su carrera artística jamás olvidó lo que tenía que hacer: contribuir a un Perú nuevo en un mundo nuevo. Ella señalaba: “mi sueño dorado es que este Perú cambie, sea grande, pero con justicia social; con igualdad de derechos, con educación, con trabajo, con libertad. Esa es mi ambición más grande”.

Quienes, como José Carlos, persisten en el futuro y la grandeza del Perú no podemos dejar de señalar que los ideales que sintetiza Pastorita en su canto y sus intervenciones son los de toda una generación: la generación de migrantes andinos de la que hizo parte, la generación de campesinos que a lo largo de varias décadas empezaban a recuperar sus tierras de las manos de las grandes haciendas, de la generación de obreros que iban sindicalizándose y dignificándose desde lo colectivo, la generación de jóvenes militares que llevarían a cabo una revolución que duraría siete años y abriría las puertas del Perú contemporáneo, etc. Pastorita desde su arte sintetizó los sueños de su generación. Pero también en su síntesis contiene los sueños de las nuevas generaciones.

Pastorita sobre José Carlos señalaba lo siguiente: “Hasta este momento lo único que hecho es cantar lo que tanto les gusta a ustedes. Es una parte de mi vida y es una parte de mi ser, en cada canción se va un hilo de mi vida y eso es recepcionado por todos ustedes. Por eso vivo muy satisfecha y orgullosa de serle útil a la patria a través de las indumentarias, a través de las canciones de grandes compositores, grandes instrumentistas y grandes hombres que indudablemente nos representan. Pastorita a su medida, a su manera y a su forma también es una trabajadora en el escenario, es una mujer muy humilde, muy modesta pero que rinde tributos a quien verdaderamente se lo merece y José Carlos Mariátegui se lo merece. Un gran pensador peruano que todos nosotros le debemos respeto y admiración de generación en generación”.

El filósofo Eduardo Cáceres, en un reciente homenaje al político Javier Diez Canseco, advertía que existe un riesgo al convertir a los héroes culturales en iconos. Ya que por ser tan iconos se iban tornando lejanos para los comunes por lo que iban dejando de ser relevantes en la vida cotidiana. Y es por ello que hay que evitar el ascenso a las alturas de los grandes hombres y mujeres de ejemplo.

Para ello es necesario que la historia haga parte de la cotidianidad de las nuevas generaciones. Ver en la historia que los grandes hombres y mujeres son tan humanos como todos y sus ejemplos son, no solo admiración, sino y sobre todo inspiración y aprendizaje para los días presentes.

Para mi generación, la del bicentenario, Pastorita es no un icono, es nuestra cantante y está presente entre nosotros. Pastorita es tan humana como cualquier peruana; enérgica y apasionada no estuvo ajena al día a día de los dramas humanos. Incluidas las del amor o la frustración. Luego de la decepción que le provocó la ruptura con Cesar Romero, según Luz Elena, Pastorita habría convertido el profundo desamor en fuerza creadora al decidir entregar su vida a sus ideales y su arte. Se rebeló contra la dictadura fujimorista que pretendió demolerla a través de las formas viles que esta utilizaba. No guardaba cierta amargura que le causaba ver al Perú estancado en la larga noche al que ingresó con la dictadura, soñaba en un Perú grande y a su vez señalaba “pero es un sueño demasiado largo. No sé si podemos conseguir[lo] mientras dios nos preste vida. [Hay que] Trabajar arduamente pero no para nosotros ya, ya nosotros hemos vivido y seguimos viviendo, pero da mucha pena dejarles una patria despilfarrada e inmoral y de indignidad a nuestros hijos ¿Qué será del futuro de ellos?”.

Por Víctor Cárdenas