Pastorita

El historiador francés Fernand Braudel señalaba que en la historia, el presente siempre interroga al pasado. Lo mismo ocurre con las generaciones más jóvenes interesadas en cambiar el mundo que les ha tocado heredar y que buscan en la historia la experiencia acumulada que les permita avanzar sin repetir errores y valorando los aciertos de otras épocas.

El corto siglo XX como denominaba el historiador Erick Hobsbawm al siglo anterior ha sido escenario de profundos cambios en las diversas sociedades del globo. Entre los varios cambios tectónicos en las sociedades figura el fenómeno del crecimiento de las ciudades y el despoblamiento del campo. En casi la totalidad de los países el centro de las sociedades son hoy las ciudades. Como nunca antes las personas viven principalmente en las ciudades y no en el campo como había sido la historia de la humanidad hasta entonces. Ese crecimiento global de las ciudades implico la migración masiva del campo a las ciudades. En el caso del crecimiento de las ciudades latinoamericanos estas fueron desordenadas y por oleadas.

En el caso peruano, si bien la migración hacia las principales ciudades de la costa comenzó incipientemente por la década de 1920, esta se caracterizaba por tener un componente principal de sectores de clases medias de las ciudades de las regiones del país, sectores que además guardaban distancia cultural con el mundo plebeyo, quechua y campesino que caracterizaría luego a los migrantes andinos. Desde fines de la década del treinta e inicios de la del cuarenta se generó una explosión demográfica de campesinos andinos, principalmente quechuas, que empezaban a instalarse en las principales ciudades de la costa. La motivación de quienes llegaban a las ciudades era la de alcanzar sus sueños en el marco de la modernidad (acceso a educación, acceso a salarios, acceso a servicios diversos). Es necesario considerar que en la mayor parte de los andes de entonces predominaba el poder de las haciendas y las injusticias que traía consigo las relaciones entre gamonales y campesinos indígenas.

En Lima las olas migratorias a partir de la década de 1940 van a cambiar de raíz la composición de la vieja Lima de los Barrios Altos, de la guitarra y cajón; pasamos entonces, de la Lima de la Ciudad de los Reyes a una Lima de Todas las Sangres. En pocas décadas esta ciudad se convirtió de tener menos de un millón de habitantes a albergar hoy, ochenta años luego de la década del cuarenta, alrededor de diez millones de vecinos.

Desborde cultural

Estos acontecimientos van a tener en paralelo el devenir cultural de los pueblos del Perú que se están movilizando hacia las ciudades.

Según el musicólogo Luis Salazar Mejía, los primeros provincianos en Lima no tenían cómo expresar sus preferencias culturales. Va a ser en 1923 que el presidente Leguía buscando apoyo popular revive el Festival de Amancaes. En 1926 se crea el concurso de música y danzas nacionales.  Como un hecho revelador menciona que Jacinto Palacios, padre de la música ancashina, participa en 1929 e impresiona tanto como guitarrista que al año siguiente establecieron esa categoría en el concurso. El éxito del concurso de Amancaes, que aglutinaba a gran parte de la Lima plebeya y provinciana de entonces, fue tal que Leguía declaró el 24 de junio como el día del indio.

Antonio Llorens, otro investigador, va a señalar que a mediados de la década de 1930 van a surgir los coliseos como espacios que congregan a los migrantes de diferentes lugares para poder acceder a sus representaciones culturales. Este fenómeno, señala el investigador, va a generar una base social para las nuevas producciones culturales que van a empezar a nacer con el ingreso de las tecnologías de difusión. La década de los cincuentas serían la época de oro de los coliseos folclóricos. Mientras que a partir de los años sesenta los coliseos van a ser desplazados por las asociaciones y clubes de provincianos en Lima.

Llorens va a señalar que durante las primeras décadas del siglo veinte en Lima se introdujo un estilo musical que se pretendía como ‘incaico’ y que era producida principalmente por y para los sectores letrados de Lima. Una música que tomaba motivos andinos y los ‘estilizaba’ con ritmos de la moda de entonces. Había una fuerte exotización de lo que representaba la música andina entre los limeños de estas décadas. El investigador va a señalar que aquel fenómeno en la capital generó un ambiente que obligaba, ya con la aparición de los coliseos, a que los primeros músicos populares andinos se ‘estilicen’ y adecuen a los estilos de lo que se conoció como música incaica. De ahí que las primeras compañías de músicos y danzantes vistieran como campesinos cusqueños o como las referencias que se hacían al vestido inca.

En ese contexto el papel de José María Arguedas va a ser importante. Desde su labor como funcionario público va a tener la preocupación por promover que los músicos andinos vistan a la usanza regional del lugar de procedencia y rechacen la ‘estilización’ que hacían al vestirse todos con trajes de campesinos cusqueños. En este sentido Arguedas era algo más conservador con lo que él consideraba lo tradicional autentico.

De este modo podemos mencionar entonces el recorrido que va a tener la cultura andina, específicamente su música, en este proceso de movilización de los valles andinos a las ciudades de la costa. Va a estar primero el Festival de la Pampa de Amancaes, luego aparecen los Coliseos folclóricos, viene después la aparición de las asociaciones y clubes departamentales, y más recientemente los locales especializados como las peñas, los teatros y los barrios. Estos van a ser espacios de resistencia, recreación y creación cultural como señala Santiago Alfaro en una publicación sobre la historia de los conciertos de música andina en Lima.

La impronta migratoria y el rio cultural que trajo consigo acabaron con la vieja idea del ‘indio que llora en la puna’. Ahora está en la capital, esta con sus alegrías, sus penas, sus pasiones, sus odios, sus indiferencias, su voluntad, su potencia.

No hay dudas que la migración transformó el Perú. Acabó con una época y abrió otra que no termina de asentar aún. Es ese momento en la que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer. Un parto difícil es la de ese Perú nuevo. Y es en medio de estos procesos históricos donde se ubica la pionera contribución de María Alvarado Trujillo. Para el fallecido antropólogo Cesar Ramos, Pastorita Huaracina “es la voz más importante de los provincianos en la capital”. Una voz comprometida con su tiempo, con los retos y el futuro del Perú. En palabras de Ramos, para Pastorita Huaracina “cada presentación en el coliseo o la radio era un manifiesto, una oportunidad para crear conciencia”.

Por Víctor Cárdenas