Hace unos días reunidos en Santiago los presidentes neoliberales de la región, encabezados por Sebastián Piñera e Iván Duque, de Chile y Colombia respectivamente, firmaban los acuerdos que daban nacimiento a Prosur, una plataforma que pretende enterrar el esfuerzo de la Unasur y llevar las articulaciones entre los países de la región al plano meramente comercial y de defensa de los principios de las democracias neoliberales que representan.
Ya desde la segunda mitad del año pasado, varios de estos gobiernos daban señalan de articularse bajo la excusa de la pelea por la democracia en Venezuela, pero aquello tomó mayor fuerza cuando en la campaña de Bolsonaro en Brasil varios políticos vinculados a los partidos de las élites empezaron a hacer defensa de las afirmaciones del entonces candidato brasileño en sus propios países y en algunos casos viajando a seguir de cerca las elecciones. Ya entonces se hablaba de la necesidad de que las derechas de Sudamérica tengan su propio “Foro de Sao Paulo”.
Uno de los últimos intentos de pretender quebrar la Unasur, como espacio de articulación e integración, fue lanzando desde los países que no habían vivido el giro hacia políticas antineoliberales en la región iniciado en la Venezuela de 1999. Perú, México, Colombia y Chile reunidos en Lima dieron paso a la Alianza del Pacifico en el 2011 con la abierta intención de diferenciarse de los impulsores de la Unasur y de alinearse con la política exterior norteamericana, como, por ejemplo, con respecto al TPP que luego de la llegada de Trump al gobierno quedará descartada como iniciativa estadounidense. Después, intentando buscar una mayoría que no alcanzaban en la OEA, vendría la formación del Grupo de Lima con abiertas intenciones injerencistas sobre la democracia venezolana; éste ha cumplido el papel de ser el bloque de gobiernos que de la mano del Departamento de Estado han presionado el asedio hacia el país llanero. Siguió a eso, ya en abril del 2018, el anuncio de seis países de suspender su participación en la Unasur que quedaba entrampada por el boicot de estos gobiernos.
Pero las elites neoliberales se equivocan en algo. Se consideran en muchos de los casos como regímenes estables cuando la realidad es que el continente es un escenario de disputa a todo nivel. Consideraron desde la recuperación de Argentina para el bloque neoliberal que las victorias de los conservadores eran incontenibles y que venía haciendo parte de una ‘primavera democrática’ en la región. Macri, quien encarnaría ese discurso desde la propaganda, intentó luego de su triunfo liderar a los conservadores. Sus intentos duraron hasta cuando empezó con ajustes a la economía de los ciudadanos y se reanudó el escenario conflictivo entre las calles y las elites. Lo mismo paso con PPK en Perú que luego de ganar el gobierno, ante el paso a segundo plano de Macri, pretendiera tomar protagonismo. La implosión de la clase política peruana terminó trayéndose abajo a PPK junto con sus deseos de protagonismo. Se pensó en un primer momento que Bolsonaro podría intentar tomar aquel papel, sin embargo, sus propias contradicciones con respecto a la integración de la región lo han llevado hasta ahora a tener un papel gris más allá de lo histriónico que resulte en las redes sociales. México por su parte, con el nuevo gobierno bajo la conducción de MORENA, tomó sana distancia del entusiasmo que había impulsado el gobierno anterior en el Grupo de Lima. De ese modo, con Macri y Bolsonaro en un segundo plano; con México ensayando su nueva dinámica; Perú sin política exterior; con Duque en sus asuntos internos pero con guiños a este esfuerzo, pareciera que fue el escenario perfecto para que el Gobierno de Piñera –tan degustador de protagonismo– se lanzara con la idea de Prosur. No en tanto que las protestas masivas en las calles de Santiago contra la iniciativa de Piñera dejaron en evidencia que Chile también es un pueblo en disputa.
La necesidad de integrarse y articularse entre los países de la región, tiene, con Prosur, un retroceso. Con la Unasur de haber pretendido avanzar hacia políticas publicas comunes que nos encaminen a la integración hemos pasado a una plataforma de coordinación esporádica con una agenda limitada y, que, de manera general, resulta siendo una especie de ampliación de la Alianza del Pacifico en Sudamérica. La región requiere de espacios de integración para el desarrollo común de los países, no de plataformas que privilegien acuerdos comerciales y conservadurismo político. La necesidad de proyectar a la región como un actor global es también importante, más aún en el contexto de multipolaridad que vive el planeta es una oportunidad que no debemos dejar pasar.
Por Víctor Cárdenas
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