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Neoliberales vs neodesarrollistas

Dos perspectivas intentan dar un balance del auge macroeconómico experimentado por el Perú. Desde un lado se alagan las transformaciones que las reformas neoliberales han propiciado, en cambio, desde otra perspectiva, se advierte de las brechas aún persistentes que dificultan el acceso del país al club de los desarrollados. En el presente artículo vamos a presentar los planteamientos de cada perspectiva para ubicar cómo se ve el desarrollo reciente de la economía peruana. A partir de aquí señalaremos algunos puntos críticos para proponer una interpretación que conjugue lo que en apariencia se nos presenta como un escenario paradójico: la simultaneidad de elementos progresivos (el crecimiento y transformaciones hacia una economía «moderna») y regresivos (heterogeneidad estructural, desigualdad, persistencia de sectores «tradicionales»).

1.- Los neoliberales y su revolución capitalista

Una corriente de opinión defiende la hipótesis de que para llevar al país al desarrollo lo que se debe hacer es incentivar al “lado dinámico”, es decir, las fuerzas empresariales. Estos son los actores que favorecerán al bienestar común al perseguir el interés particular. Esta opinión se basa en la idea según la cual al otorgar libertad a los actores económicos, permitir la libre iniciativa privada, garantizar la estabilidad macroeconómica y flexibilizar el mercado de trabajo, lo que se consigue es un círculo virtuoso donde las brechas económicas quedarán anuladas.

La caracterización de la economía peruana parte de una visión dualista: existe un sector “moderno” o avanzado y otro sector atrasado, tradicional. Se asume que con las políticas económica liberales el primer sector absorberá al segundo. Para conseguir esto, se entiende que es la inversión privada el mecanismo (De Althaus 2007) que permitirá esta convergencia. De Althaus aclara que si tal convergencia aún no se ha hecho patente es por la torpeza de nuestro Estado para orientar la redistribución y por las cargas legales que traban el crecimiento de los sectores que se mantienen en la informalidad. Es decir, para de Althaus, la economía está cumpliendo; quien no lo hace es el Estado.

Rompiendo mitos: Un crecimiento con impulso interno

De Althaus (2007) defiende las reformas estructurales de los noventa y las coloca como el principal factor que ha permitido que el país crezca como lo ha hecho en la última década y media. Su visión de lo que viene ocurriendo en el país puede ser resumida, en sus propias palabras, con que “[e]l capital ha empezado a civilizar regiones y áreas de la economía y a articular mejor la estructura productiva y el interior del país” (de Althaus 2007: 10). Los cambios generados con las reformas estructurales implicaron la reducción de los privilegios rentistas (bajo la forma de subsidios de diverso tipo) que desincentivaban la promoción del empresario innovador, generador de riqueza. La magnitud de las reformas dio un giro a la economía peruana, que pasó de un proteccionismo estéril a una liberalización que además de atraer las inversiones y generar procesos endógenos de crecimiento empresarial, atrajo beneficios sociales.

Lo que tendríamos ahora es un país menos desigual, más desarrollado. Entre los mitos que de Althaus desmiente está el relativo a la desindustrialización de la economía. De Althaus destaca la creación de clusters en áreas como la metalmecánica, la informática y la textil. En lugar de una desindustrialización lo que realmente habría ocurrido es una reestructuración interna en la que se reemplazaron sectores ineficientes por sectores dinámicos, que no despilfarran divisas y generan encadenamientos con otras áreas productivas.

Otro mito desmentido es el de la reprimarización exportadora. Lo que venimos experimentando es un auge de las exportaciones no tradicionales que se hace palpable en el aumento y mejora técnica en las industrias de las actividades de confecciones y agro exportación (como se refleja en el crecimiento del sector agroindustrial). De Althaus revela que se está pasando de una economía altamente dependiente en recursos naturales a una que exporta de manera diversificada.

El mito de la carencia de impulso endógeno, según el cual nuestra economía depende altamente de impulsos externos y los factores internos no determinan el crecimiento es desmentido por medio del reconocimiento de que ha habido un crecimiento persistente del ingreso de las familias que ha hecho gravitar cada vez con más fuerza el impulso del crecimiento en el consumo interno.

Datos como que el índice de empleo en empresas de diez a más trabajadores creció más en el resto urbano que en Lima Metropolitana, que el ingreso creció más en ciudades del interior que en Lima, o que en el campo el crecimiento del gasto familiar ha sido más importante que en las ciudades nos indicarían que nos encontramos ante una estructura productiva más integrada, con relaciones más sólidas y estrechas entre la ciudad y el campo, entre la capital y las ciudades del interior.

En palabras de de Althaus:

“la mayor libertad económica en general, condujeron no sólo a una redistribución territorial de las rentas, revitalizando el agro y las ciudades del interior, sino también una redistribución social de esas rentas, reduciendo la brecha de desigualdad entre niveles socioeconómicos y permitiendo el acceso paulatino de segmentos crecientes de la población a mejores niveles de consumo y calidad de vida.” (de Althaus 2007: 51).

A nivel del impacto urbano de los cambios económicos de los últimos años, de Althaus destaca que ha habido una especie de democratización de servicios que solo se concentraban en ciertos lugares. La expansión geográfica de centros de enseñanza técnicos y de idiomas hacia zonas como el cono norte de Lima reflejarían el aumento de las posibilidades de consumo, del surgimiento de una clase media emergente. Nuevos centros comerciales como el de Mega Plaza Norte, con servicios que apuntan a adaptarse a las necesidades de esta nueva clase media, reflejan el cambio que se ha experimentado y que no tiene semejanza con tiempos anteriores.

De Althaus agrega:

“Uno de los fenómenos más espectaculares de la acumulación capitalista de los últimos quince años, ha sido la extraordinaria expansión de los supermercados y centros comerciales producida en Lima y, más recientemente, con creciente impulso, en las principales ciudades del interior. Expansión que plantea, a su vez, la interrogante acerca de la supervivencia ya no de Gamarra como caso especial, que, como vimos, se ha adaptado, sino de los pequeños negocios en general, y las maneras cómo responden al nuevo reto.” (De Althaus 2007: 93)

El autor señala que el mercado crece a un ritmo tal que es capaz de soportar la existencia simultanea de “supertiendas” y microcomercializadores. El mercado en este contexto incluye a todos, permite crecer igualmente a todos en la medida de que cada actor sea capaz de adaptar su estrategia a las exigencias de los consumidores.

Los últimos ahora son los primeros: El proceso de globalización interna

En Webb (2012) encontramos una apreciación que destaca diversos procesos que apuntan a mejorar las condiciones de vida de los sectores históricamente marginados. Todos Estos procesos se enmarcan dentro de un tipo de globalización interna que al disminuir drásticamente las distancias que actuaban como barreras al desarrollo ha revolucionado la vida de muchos al aumentar la productividad y el acceso a los mercados. Esta globalización interna se inicia en los años noventa y se refleja en el hecho de que “se multiplicó por tres la construcción anual de kilómetros de camino, mejoró significativamente la conservación rutinaria de la red y se multiplicó el parque de vehículos que hacen servicio en el interior del país. A lo anterior se sumó la difusión de internet y el acceso masivo al teléfono celular.” (Webb 2012: 217)

De tal modo que esto fue un impulso fuerte a la mejora del ingreso de la población rural. Webb señala que:

“La explicación del despegue rural podría resumirse, entonces, de la siguiente manera: el motor central habría sido la repentina transformación y mejora de la plataforma comunicativa iniciada durante los años noventa, que abarcó los caminos y otra infraestructura de transporte de carga y personas, junto con la llegada y rápida multiplicación de la telecomunicación, tanto teléfonos como internet, reforzada por el rápido avance de la electrificación rural, la alfabetización y el acceso al DNI. La energía con que se gestó esa transformación se debió en gran parte al financiamiento del Estado, pero con aportes sustanciales de la empresa privada en los casos del teléfono celular e internet, de algunos caminos hechos por comuneros y otros por empresas mineras, y en parte, a la electrificación. El impacto de esa nueva plataforma comunicativa ha sido favorecido adicionalmente por un contexto económico amigable para la actividad productiva y un contexto político mucho más inclinado hacia las provincias y áreas rurales que en el pasado.”[Resaltado agregado] (Webb 2012: 220-221)

2.-El enfoque neodesarrollista: Horrores del neoliberalismo

Frente a la perspectiva que ve en las reformas estructurales y la inversión privada los principales impulsores de las mejoras en el ámbito del consumo, la producción y del bienestar de los segmentos más rezagados hay un enfoque que pone énfasis en las continuidades que impedirían aliviar las brechas.

En esencia nada ha cambiado: El proceso de desnacionalización

Desde este enfoque el economista Félix Jiménez sostiene que:

“La apertura comercial, en el contexto de la libre movilidad de capitales, preconizada por el neoliberalismo, trasladó el énfasis de las políticas hacia una estrategia exportadora en detrimento del mercado interno. Entonces, para crecer generando excedentes de exportaciones, los países buscaron ser más competitivos en precios frente a otros reduciendo sus costos unitarios de producción fundamentalmente mediante la flexibilidad salarial y la desregulación del mercado de trabajo. Los resultados son: a) una falacia de composición, pues no todos los países pueden generar superávit comerciales al mismo tiempo; b) una contracción de la demanda interna o su pérdida de dinamismo, para cualquier país en particular que adopta esta estrategia y, c) una tendencia al déficit externo por el aumento de las importaciones, aumento que, a su vez, refuerza la tendencia a la contracción de la demanda interna.” (Jiménez 2011: 329)

Las características estructurales reproducidos por el vigente modelo serían el carácter primario exportador, el nulo desarrollo de la industria manufacturera, básicamente estancada en los últimos años en términos del PBI y del empleo que genera, la tercerización de la economía que solo genera empleo de baja calificación y productividad, un crecimiento de la desigualdad de ingresos, entre otros.

Jiménez plantea que los problemas estructurales serían:

“a) Heterogeneidad estructural, incipiente articulación sectorial y geográfica, reducidos mercados internos y, por lo tanto, débil integración de la economía nacional. Esto se expresa en la existencia de heterogeneidad también en la productividad. b) Pobreza, desigualdad e insuficiencia de empleos e ingresos decentes. Un alto porcentaje de la población es pobre. El ingreso por trabajo como porcentaje del ingreso total ha disminuido notoriamente en los últimos años.[…] c) Empleo de baja calidad y concentrado en sectores terciarios (comercio, transporte, servicios y construcción) y en el sector agropecuario rural. d) Sector informal grande, terciario y de baja productividad.” [resaltado agregado] (Jiménez 2012: 336-337)

Todas estas características que definen los problemas estructurales de la economía estarían ligadas, deberían su continuidad en el tiempo, al modelo de crecimiento económico que se ha aplicado, basado en la desregulación de mercados, liberalización financiera y privatización de servicios públicos, así:

“Este modelo desnacionalizador enfrenta restricciones que no le permiten autosostenerse. Se trata de un problema asociado a la tendencia de largo plazo de la economía y a la naturaleza de sus ciclos. Por un lado, porque perpetúa la desarticulación sectorial y descuida la creación de mercados internos. Las relaciones sectoriales son débiles o inexistentes y, en particular, la relación entre la industria y la agricultura de la sierra y selva prácticamente no existe. La consecuencia de esta economía desarticulada y dependiente es la insuficiencia estructural de empleos e ingresos que reproduce las condiciones precarias de vida en la que vive la inmensa mayoría de la población del país.” [resaltado agregado] (Jiménez 2011: 339)

Habría también serias restricciones a la inversión privada local, definidas por el tamaño limitado del mercado interno, elevados costos de transporte, financiamiento limitado y restricción del capital humano y la tecnología. Como se ve, esta perspectiva choca frontalmente con las aseveraciones de de Althaus y Webb.

La distribución del ingreso al ser regresiva produciría que los mercados internos frustren su desarrollo, ya que la demanda es impulsada por el sector externo y no por el consumo interno. Para Jiménez “[n]o hay duda entonces que el actual estilo de crecimiento es funcional a la exclusión social y a la desigualdad (Jiménez 2012: 67)”. La desconexión entre la evolución de las variables de salarios reales, PBI per cápita y exportaciones reales per cápita demostraría este funcionamiento excluyente:

“El estancamiento de los salarios reales durante las dos últimas décadas contrasta con el crecimiento significativo del PBI y de las exportaciones reales per cápita. Durante los años 1993 a 2009, las exportaciones y el PBI crecen a las tasas promedio anuales de 6,5% y 3,5%, respectivamente. Los salarios crecen a la tasa insignificante de 0,4% promedio anual. Esta desconexión no se produce en el período previo de 1957 a 1980: los salarios, las exportaciones reales per cápita y el PBI per cápita crecen juntos, conservando la misma tendencia y sin distanciarse unos de otros. ” (Jiménez 2012: p 69)

Para Jiménez la economía Perú pasó por un cambio desde una economía agrícola hacía una basada en servicios de poca productividad:

“La economía subdesarrollada actual está caracterizada por el predominio de los sectores terciarios (comercio y servicios) de baja productividad, por la existencia de desempleo disfrazado (alto subempleo e informalidad), por la poca importancia para el crecimiento de la capacidad de compra de los salarios, y por una agricultura de bajísima productividad que ha perdido peso en la generación del PBI. El desempleo y subempleo siguen siendo originados por la «escasez» de stock de capital con relación al trabajo, y por un desarrollo tecnológico que se concentra en reducidas actividades económicas que tienen poca capacidad de difusión, como es el caso de la minería y de los servicios.” (Jiménez 2012: 74)

Los males persisten: Heterogeneidad y desarticulación

En Távara y otros (2014) se presenta un estudio que avala la perspectiva crítica del modelo vigente de crecimiento. En este estudio se presenta la evolución de la heterogeneidad estructural en el largo plazo para el Perú. Los autores dividen las actividades productivas en tres estratos de productividad: alta, media y baja. En el estrato de productividad alta se ubican la minería, el sector de finanzas, seguro e inmueble; y electricidad y agua. En el estrato de productividad media está construcción, manufacturas, transportes y comunicaciones. Y en el último estrato se ubica venta al por mayor y menor, servicios sociales, personales; y de gobierno y agricultura, pesca y silvicultura. La disparidad entre el sector económico con mayor productividad y el sector con menor productividad había pasado de una relación de 17 a 1 en 1960 (entre Minería y Agricultura, pesca y silvicultura) a 30 a 1 en 2011 (Electricidad y agua, y Agricultura, pesca y silvicultura) (Távara y otros 2014: 43). La evolución en los últimos cincuenta años del índice de productividad indicaría una profundización de las brechas inter-sectoriales.

Así mismo, el estudio destaca que el peso de cada estrato en el crecimiento de la productividad agregada ha cambiado de tal manera que los sectores menos productivos han perdido en contribución respecto a los sectores más productivos. El estrato de productividad alta pasó de contribuir al crecimiento de la productividad en un 10,2% durante el periodo de 1960-1975 a un 20,5% durante 1992-2011. Por otro lado el sector de productividad baja que en 1962-1975 contribuyó en un 48,2% al aumento de productividad agregada, pasó a representar un 42,7% en 1992-2011. El estrato de productividad media pasó de 41,6% en el primer periodo de 1960-1975 a 36,8% en el periodo de 1992-2011.

Si se mide la heterogeneidad por el coeficiente de variación del valor agregado por trabajador, es decir por el grado en que se dan las brechas de productividad laboral entre sectores, el estudio revela que la heterogeneidad intersectorial ha aumentado en el último medio siglo. El coeficiente de variación pasó de estar en un nivel menor a 60% en 1960 a superar el 120% en el 2011. En resumen, la heterogeneidad estructural entre sectores se ha agudizado, revelando enormes brechas que no llegan a cerrarse y continúan incrementándose en contexto post-cambios estructurales, como el contexto posterior a las reformas de principios de los años 90.

3.-¿Quién tiene la razón?

Cada perspectiva centra su mirada en determinados hechos, sin atreverse a mirar el cuadro conjunto. Si asumimos que las reformas estructurales han generado un escenario donde se han mejorado en forma general los ingresos, se ha llegado a una mejor conectividad interna y se ha democratizado el acceso a servicios esenciales, así también, si asumimos que persiste una profunda heterogeneidad estructural y la mayor parte del empleo se ejerce bajo condiciones de muy poca productividad y mayoritariamente en el sector económico terciario; lo que nos toca es explorar cómo se pueden cumplir en simultáneo ambos hechos fácticos. He aquí el reto de encontrar una lectura coherente que tome en cuenta tanto las continuidades (como las brechas intra e inter sectoriales) como  las rupturas (reformas estructurales). A este objetivo dedicaremos las siguientes entregas.

Bibliografía

DE ALTHAUS, Jaime

2007                      La revolución capitalista en el Perú. Lima: Fondo de Cultura Económica.

JIMÉNEZ, Felix

2012                      Empleo y mercado interno en el modelo neoliberal: una nueva hipótesis sobre el                            subdesarrollo.

TÁVARA, José; Efraín GONZALES DE OLARTE y Juan M. DEL POZO.

2014                   Heterogeneidad estructural y articulación
productiva en el Perú: evolución y estrategias. En: «Hacia un Desarrollo Inclusivo El caso de Perú». Santiago de Chile: CEPAL  y OIT.

WEBB, Richard

2012                      Conexión y despegue rural. Lima: USMP e Instituto del Perú.